Obras

anuncio (Ultramarinos, 2023)

Una de las mutaciones más interesantes de la poesía contemporánea tiene que ver con la sustitución del espacio público, de la dimensión social como lugar de mera denuncia. Alta y clara, sí, pero tibia, por más que sus lemas se presten a ser coreados. A la manifestación de las ideas compartidas le sucede el hueso carnoso de lo manifiesto, los cuerpos antes que las pancartas, cuerpos que suscriben lo dicho, que anuncian lo que en ellos se inscribe. Por ese camino de una nueva forma de centralidad política se pasea Laura Rodríguez Díaz (Sevilla, 1998), después de su debut en San Lázaro (Cántico, 2021).

Esa ganancia no es nueva, de acuerdo —salen a relucir Olga Novo, Núria Martínez-Vernis, Miriam Reyes...—, pero sí ha repuntado al calor de la coyuntura histórica con aportaciones tan consolidadas en torno a este tema como las de Sara Torres o Luna Miguel. En ese surco de la enjundia hay que buscar a Laura Rodríguez, el de la infirmitas, que tiene su origen a pachas entre la frágil calidad de los materiales, no sea que se venga abajo el edificio, nuestro hábitat urbano, y la entredicha homeostasis, la promesa de un equilibrio del cuerpo (social) que depende cada vez de más y más factores.

¿Puede la poesía salir indemne de esta urgencia? Con "la violencia de una nube" nos viene la autora a decir en anuncio. Un poemario rematado, atemperado se podría decir también, por el poema las niñas de plata, que en su propia libertad presentamos aquí, compartiendo un volumen.

Unai Velasco

San Lázaro (Cántico, 2021)

"Se llama lo mismo que padece: nombre". Con estas palabras de César Vallejo da comienzo un poemario en el que todo se ve atravesado por la tensión entre el significado y su continua resignificación, entre el cuerpo y la forma que se desintegran y el denodado esfuerzo por volver a integrarlos una y otra vez, incluso a riesgo de alterar irreversiblemente sus naturalezas.

En torno a la triple figura de San Lázaro —el hospital, el leproso que sufre a la espera del Paraíso, el mortal que es devuelto al reino de las cosas vivas—, Laura Rodríguez Díaz crea un imaginario que ilumina literariamente los procesos de la enfermedad y de la muerte.

Como sabemos todos los que hemos vivido dentro de un hospital, hay algo triste pero fascinante en la desesperada lucha humana por la conservación de los cuerpos. Rodríguez Díaz, como poeta, tiene la facultad de trasladar esa sorpresa a su lenguaje, agitando, recomponiendo, renombrando las cosas para mostrarlas a la par que la medida de su inconsistencia.

Juan F. Rivero